Cuando se olvidan la historia, las leyes y la realidad.

Cuando olvidamos la historia, las leyes y la realidad estamos condenados al fracaso: oportunismo, populismo, irresponsabilidad, falacias, ideas felices, contertulios diciendo chorradas, creadores de opinión a sueldo, nos han llevado aquí. Este es el nivel al que hemos llegado. Presentando falsos dilemas como mediar entre cumplir la ley o saltársela a la torera. Sufriendo ocurrencias, queriendo sustituir las turbas ciudadanas en la calle, por los parlamentos para hacer política. Medios públicos nacionales que han comprometido su independencia, dejando en manos de otros vender su versión. Confundir interesadamente problemas de Estado que nos afectan a todos por igual, con problemas con un determinado partido político. Clubes de fútbol, asociaciones,……. ofreciéndose a ser los árbitros sustituyendo las cámaras democráticas. Victimismos infantiles que luego resultan ser burdas mentiras, y medios que no se sabe bien si están informando de los que sucede en directo, y/o sirven para señalar el lugar de convocatoria de la siguiente movilización donde deben acudir los despistados.

Lo de la independencia, entre otras cosas, no va de convertir en extranjeros a los de fuera, que son libres de visitar el territorio o no, es sobre todo convertir en extranjeros a los de dentro no afines a la causa. Cuando ésto se hace unilateralmente refrendando una ruptura, en lugar de una acuerdo, se fractura internamente la sociedad, y por supuesto externamente. Ahora lo que se impone es que todos los responsables políticos legítimamente y democráticamente elegidos restablezcan la legalidad y la normalidad democrática, que nunca debería haberse perturbado. No se puede saltar esa pantalla. Quienes no han estudiado las consecuencias lógicas de que A implica B, B implica C,… quiero pensar que con su buenismo, su candidez apoyando el primer paso desconocen la hoja de ruta posterior, o se han puesto una venda en los ojos. Su teoría de patio de colegio, o el más absoluto analfabetismo político, son las únicas explicaciones para desconocer las consecuencias de sus pronunciamientos. Luego están los que actuando como veletas tratan de pescar en río revuelto, sin ningún escrúpulo, acercando en cada momento el «ascua a su sardina» para arañar un puñado de votos.  Pero cuando esto va en serio se caen las máscaras, ya es tarde, se rompen las veletas y las sardinas ya se han quemado en las ascuas equivocadas. Partidos nacionalistas travestidos de izquierda que defienden un estado asimétrico y desigual, liquidando la igualdad de derechos de las personas, donde prima el poder de los territorios más fuertes, que pretenden chantajear al Estado decidiendo a la carta la forma de estar, y cada comunidad que levante la mano pueda marcharse si así lo desea.

Después de restablecer la normalidad llegará el momento, no antes, de analizar el ¿por qué hemos llegado a esta situación? y las responsabilidades. Pero sobre todo aprender y procurar que nunca, nunca, aunque quiera, nadie pueda pervertir las instituciones aprovechando mayorías coyunturales, para llevarnos a estas situaciones. Por otro lado, dentro de las normas y leyes que nos hemos dado (fuera, nada), se puede plantear (si así lo refrendan mayoritariamente los partidos según el porcentaje previsto) reformar la Constitución y el estado, para que España siga creciendo y prosperando al menos otros cuarenta años. Porque un Estado debe estar por encima de localismos, clanes, razas, ideas políticas, egoismos, … donde todas las personas sean iguales ante la ley, con igualdad de derechos y obligaciones, independientemente del lugar donde deseen desarrollar su vida. Un Estado debe ser solidario entre generaciones para mantener las pensiones (las paga quienes las recaudan, no otros), entre territorios, en la sanidad y la educación públicas, y ayudar a quienes estén en peligro de exclusión social. Estos consensos curiosamente se alcanzaron históricamente (como sucedió, por ejemplo, con la sanidad pública -ver Reino Unido-) después de guerras terribles, donde las situaciones de desigualdad erán públicas y no se podían esconder detrás de eufemismos, manipulaciones o paraisos fiscales.

Sin embargo en los últimos tiempos se ha jugado frívolamente en enardecer a las masas, hasta incluso perder el control de su comportamiento, despersonalizando a los individuos, para ponerles una etiqueta de un colectivo que los anula como personas, paso previo psicológico para ser blanco de odios mútuos. Personajes que dicen falsamente hablar en nombre del «pueblo» polarizando la sociedad, y sacando de las catacumbas (como reacción) a viejos fantasmas del pasado, que tanto trabajo ha costado desterrar. Después de recordar episodios históricos, nos retrotrae a tristes fracasos colectivos pasados, nada de modernidad ni originalidad. Al parecer la única forma de que algunos escarmienten es padecer y hacer padecer al resto de la sociedad los efectos nocivos de sus malas decisiones.

En estos días, más que nunca, entre la democracia y la ruptura unilateral de la Constitución, no hay equidistancia; sólo la unidad de los demócratas frente a golpistas. Nadie por muchos acólitos que tenga puede estar por encima del Estado de Derecho y sus propias leyes. Lo que se está produciendo es un ataque al Estado, que lo debilita y por ende debilita a la UE desde dentro. Lo increible es que pidan ayuda a la UE, la misma que están boicoteando internamente. Cuando el populismo de descerebrados, basándose en críticas (que incluso se puedan compartir), que dicen siempre hablar en nombre de «todo» «el pueblo» excluyendo o arrinconando al resto, vende soluciones irrealizables, o directamente mentiras (aceptación de la UE, permanencia de empresas, mejora de la economía,..), llevan a la sociedad al precipicio, a la frustración de callejones sin salida, o a algo peor.

Lo importante de todo esto, es no renunciar a la esperanza, que se salve pronto este episodio, se aprenda colectivamente para mejorar como país, madurando, dando un salto en la modernidad, sacudirnos determinadas rémoras y complejos del pasado; para convertirnos en un Estado más digno, más decente, más justo, más igualitario y dejar atrás el vértigo al que nos exponen estos cenizos. Que la principal dedicación sean los problemas de las personas de a pie: su empleo y sus condiciones de vida. Ojalá más pronto que tarde.

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