¿Existen los «tontos útiles»?.

«Tonto útil» es una expresión utilizada sobre todo en política, que no se refiere a lo que entendemos por inteligencia ordinaria. Un «tonto útil» es una persona de la cual se aprovechan, porque no sabe ver los motivos ocultos de sus acciones, de forma que apoya involuntariamente una causa (usualmente política) contraria incluso a sí mismo o a sus propios intereses. Una causa, que si estuviese bien informado no apoyaría. Si analizase más a fondo hechos subyacentes, se daría cuenta de que podría ser de las primeras víctimas si triunfa lo que apoya. Si fuese consciente, se consideraría un cómplice, un activista o un infiltrado, pero no es su caso. La expresión «tonto útil» se usa incluso (como insulto y a veces sin fundamento) para calificar a los contrarios por no favorecer los intereses de una determinada opción. La expresión tontos útiles y/o compañeros de viaje, se le atribuye a distintos autores, según distintas fuentes.

Los tontos útiles piensan que están defendiendo una causa o intereses legítimos. De esta manera puede suceder que grupos organizados defendiendo sus propios objetivos se conviertan en «tontos útiles» de otros, sin siquiera saberlo, en la medida que concurran en parte con sus objetivos. El concepto describe pues, a alguien que es manipulado por un movimiento político, un grupo terrorista, un gobierno hostil u otro tipo de organización. Por ejemplo, si una potencia extranjera tiene como objetivo debilitar la UE, en la medida que apoye o dé cobertura a movimientos internos (incluso de signos políticos opuestos) cuyos objetivos debiliten la unidad de acción; así movimientos euroexcépticos, anti-euro, de extrema izquierda y extrema derecha, nacionalismos separatistas, religiosos o xenófobos anti-inmigración, … les benefician si tienen éxito. Porque si esa potencia no tiene fuerza para imponerse, su estrategia es debilitar al contrario para que no verse superada.

Todo ello es posible y se sustenta en la ignorancia, porque a mucha gente le da pereza o no tiene tiempo de pararse a pensar o a informarse, y prefieren creer en alguien con «autoridad» que le facilite la «información» resumida. La cuestión es que quien facilita la información, no suele ser neutral, sino que la pasa por su filtro mezclando lo que es información con lo que es opinión, en algunos casos puede ser una caricatura, más o menos deformada en función del «artista» que la pinte. El problema es cuando esa «información» es tomada al pie de la letra, sin ningún tipo de cautela crítica, ni relativizando su credibilidad, ni contrastándola con otras fuentes.

Dentro de los tontos útiles, está la subcategoría de los más tontos. Existen experimentos donde un grupo se pone de acuerdo en señalar la existencia de un hecho o derecho inexistente, y poco a poco dentro de las personas que le rodean va calando y habrá quienes lo aceptan, e incluso le añaden más características a ese hecho o derecho inexistente. Estos «tontos» no aceptarán que son manipulados, sino que se han añadido a la causa libre y voluntariamente. Cuando se les señala su equivocación, a falta de argumentos creibles, su respuesta suele ser el insulto, o aferrarse repetitivamente a un argumentario.

Ésta es una técnica muy conocida entre los agitadores profesionales (trabajo remunerado), especialistas en manipulación de masas, que utilizan canales de propaganda convencionales y redes sociales. Ellos saben lo que hacen y el por qué, el problema es de quienes les siguen abandonando la realidad y son usados para fines y consecuencias que desconocen. Como antes señalábamos, todo «buen tonto» jamás reconocerá que lo es; por tanto creerá a pies juntillas todo aquello que confirme sus convicciones y rechazará todo lo que las contradiga, sin ningún análisis crítico. Los profesionales sólo deben encargarse de alimentarlo con «informaciones» o anécdotas, que sustenten ese relato. Los tontos útiles son difíciles de combatir porque nunca reconocerán sus errores, el daño estará hecho en la medida que haya siempre alguien que crea las mentiras.

A veces no es necesario conseguir el objetivo de convencer masivamente a muchas personas, es suficiente con hacerlo en una proporción de población bisagra que al moverse en uno u otro sentido, neutraliza o decanta la balanza hacia un lado.  Se dice que en las elecciones norteamericanas bastó con modificar el 1% en los estados clave en el sentido contrario o abstención de votantes demócratas, para la victoria. Se habla incluso de intervenciones de potencias extranjeras en algunas elecciones, por lo tanto las derrotas no son errores de estrategia de los equipos de campaña, sino que el sistema permitió por acción u omisión injerencias exteriores.

En los procesos de percepción de masas, el papel de los medios de comunicación es clave a la hora de difundir o no informaciones, de contrastarlas o no. En los últimos procesos electorales lo más sorprendente ha sido el comportamiento de algunos medios de comunicación, no hablamos de medios de pacotilla; sino de grandes organizaciones y de prestigio. A pesar de que noticias, mensajes y filtraciones eran sospechosas, que todo el mundo sabía que eran fruto de injerencias, se publicaron sin respiro como si fueran revelaciones escandalosas, aunque fuesen desmentidas la siguiente semana con el daño ya hecho. Tal vez resulte más cómodo posteriormente fingir que todo va bien, que nada ha sucedido, y llevar la tontuna útil al siguiente nivel.

Ese control de determinados medios se debe a que en la sociedad civil la ciudadanía media son personas que no tienen conocimiento de las políticas que rigen los destinos de la tecnología, pero que la compran y utilizan en la vida diaria sabiendo que sostienen el entorno corporativo, informativo y educativo de los que se nutren. Es decir, somos quienes damos el dinero y los votos para que se desarrollen tanto las tecnologías como las leyes que las cobijan. Al no tener claro quiénes y cómo nos pueden atacar, permitimos que sean otros los que hablen en nuestro nombre y hagan las reglas, para que “nos protejan”.

Sólo somos consumidores de tecnologías, que en muchos casos producen otras naciones. Esas tecnologías son las herramientas o instrumentos con los cuales se canalizan nuestras informaciones personales y conocimientos. Nuestro conocimiento tradicional está siendo digitalizado y comercializado sin que podamos hacer mucho para imponer normas que sean ventajosas. Las industrias de contenido condicionan las opciones y convierten a los no productores en meros consumidores y tímidos productores. Por lo tanto se están dejando las decisiones clave en manos de tecnócratas, empleados de corporaciones multinacionales u organismos internacionales próximos a la industria. Depende de la capacidad que tenga la sociedad civil de ir más allá, de pasar de ser simples compradores a ser responsables de la construcción más decisiva de una realidad digital más incluyente y democrática.

Existen técnicas de manipulación de masas y estrategias de propaganda que son aplicadas sistemáticamente. Las mayorías populares no están politizadas y suelen informarse con regularidad por los medios de difusión más rápidos y directos, suelen hacerlo por la televisión y la radio en sus programas más ligeros y de menor elaboración intelectual. Internet y las redes sociales no han elevado el nivel político de las masas, sino al contrario, han dejado el listón aún más bajo. La poca o escasa elaboración de las informaciones que circulan por las redes cibernéticas facilitan una fácil digestión. La urgencia puede con el rigor. Por otro lado los medios más masivos suelen estar alineados con grandes grupos inversores que buscan beneficios, y esto no ayuda a la imparcialidad, en la medida que afecte a sus intereses. Todo ello dificulta la inexistencia de «tontos útiles», porque para generar una opinión reflexiva en uno u otro sentido se requiere de una actitud crítica permanente. Eso no significa que determinados sectores de la ciudadanía no sean inteligentes en otros aspectos, simplemente que pueden colaborar inocente e irresponsablemente dando el apoyo a su peor enemigo.

Así pues, los tontos útiles son necesarios cuando no se tiene la fuerza propia necesaria para cumplir un objetivo, y éstos son imprescindibles para neutralizar o zancadillear al contrario. También son necesarios otros actores que conscientemente apoyan, y conocen esa manipulación, y a pesar de ello colaboran priorizando el beneficio a corto plazo, sin importarle las posibles consecuencias. Así que podemos concluir que la pregunta del título es retórica, si existen, y donde hay un tonto útil siempre hay algún listo aprovechado.

Lo mismo que hay tontos útiles, también existen los listos inútiles ….., pero de esos ya hablaremos otro día.

REFERENCIAS.
https://es.wikipedia.org/wiki/Idiota_%C3%BAtil
http://sicap-instituto.com/index.php/es/articulos/auto-ayuda/306-los-tontos-utiles

Una respuesta

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